Los profesionales empiezan a detectar casos de long-covid entre los jóvenes y, según detalla la investigadora Fátima Méndez, presentan "la misma sintomatología que el de 60 años". De hecho, en el ensayo clínico que está llevando a cabo el grupo aragonés de Investigación en Atención Primaria, dirigido por Rosa Magallón y Bárbara Oliván, junto a Fátima Méndez, Alejandra Aguilar y Marimar Martínez, la paciente de menor edad afectada por covid persistente tiene 16 años. Esta investigación pretende conocer las características sociales y clínicas que se asocian a las personas con long-covid frente a las que superan la infección sin consecuencias posteriores. Además, evaluarán el impacto psicológico y en la calidad de vida.
Méndez detalla que se va a contar con 140 pacientes, todos ellos diagnosticados con covid o sintomatología compatible. La mitad presentan síntomas persistentes tras el diagnóstico y la otra mitad, no. "Vamos a intentar que sea lo más aproximado y comparativo. Si no buscas similitudes, no puedes ver la asociación", recalca. En este sentido, si tienen un paciente de 16 años con covid persistente es necesario que participe otro de la misma edad. Para ella, lo más importante de este ensayo es que se les reconozcan los problemas que sufren y a qué son debidos para que así se puedan buscar alternativas que los mejoren.
Para ello han comenzado con una serie de cuestionarios sobre hábitos saludables, calidad de vida y sintomatología tanto de su situación antes del contagio como después. Lo pueden contestar con la presencia del profesional o en su propia vivienda y se les pregunta sobre sus enfermedades, alimentación, tipo de trabajo, actividad física, sueño, si han recibido ya la vacuna y si les ha afectado a los síntomas que tienen. En el ensayo también trabajan con una escala del estado de ánimo y otra del funcional. "Un grupo de Latinoamérica impulsó esta escala de pacientes postcovid y ahora la estamos validando para utilizarla en España. Así sabremos cómo ha mermado su salud: si necesitan cuidados, pueden trabajar...", afirma.
Posteriormente, se llevará a cabo una exploración física, en la que se les medirá la tensión y el peso y se les hará una espirometría y una analítica completa. Además, se les hará un test de marcha para analizar su función respiratoria tanto al andar como cuando deben de sentarse; y pruebas cognitivas, una de memoria y otra de atención. "Una de las cosas que más nos sorprende es que un virus pulmonar tenga tantas afecciones neurológicas y cognitivas en el covid persistente. Es lo que llamamos la niebla mental", señala.
En este sentido, incide en que las faltas de memoria y de concentración son habituales. "Recientemente me he sacado el carné de conducir y había veces en las que se me olvidaba lo que me había dicho el profesor el día anterior", detalla Sonia Sebastián, de 36 años y participante de este ensayo. Además, se cansa mucho al andar, ya no ha vuelto a natación y acabar su jornada laboral –de cuatro horas– se convierte en un verdadero suplicio. "Parece que haya hecho una jornada entera", asegura. Le ayuda el yoga, que se "fuerza a hacerlo" porque es consciente de que, en caso contrario, no haría nada.
En marzo de 2020, esta monitora de comedor comenzó a tener dolor de garganta y le costaba respirar. Acudió al médico y le recetó ibuprofeno. Poco después, llegó el confinamiento y "me encontraba peor". Le diagnosticaron bronquitis. "Estuve más de un mes con cuatro inhaladores y antibióticos", especifica. En octubre, volvieron los síntomas: "La PCR salió negativa, pero empecé con fiebre y ya di positivo. Lo pasé en casa, pero muy mal". Cuando regresó a su actividad habitual, su estado físico no era el mismo, pero tampoco el emocional: "Había veces que iba por la calle y me echaba a llorar. No sabía ni por qué". Como ella, incluso el 20% de los infectados pueden desarrollar covid persistente.