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Desde 3 o 4 años hasta 75, o más, castañuelas en mano, y dispuestos a darlo todo bailando ‘El bolero de Zaragoza’ que llevan ensayando varios meses. Cuando la causa merece la pena, visibilizar el cáncer infantil con motivo de su día internacional, no hay edad que sea una excusa. "Hemos venido 110 y estamos encantados. Desde que nos avisaron en diciembre lo estamos preparando y los más pequeños, sobre todo, están encantados", decía Juan Carlos Aguayo, director de la escuela Baluarte Aragonés en la plaza del Pilar minutos antes de las 19.00, hora de inicio. La iniciativa solidaria regresa tras no poder celebrarse el año pasado por la pandemia y alcanza así su quinta edición.
Frente a la Basílica, en una zona delimitada por cintas, han bailado unas 1.100 personas. La misma jota ha sonado para 110 bailadores en Huesca y para otro medio centenar en Teruel. Raúl Pérez, que toca la guitarra en el Grupo Folkórico el Pilar, iba a bailar con su hija Lucía, de 8 años, que se lo había pedido. "Me ha parecido un poco difícil, pero quedará bien porque me la estoy aprendiendo desde diciembre", contaba Lucía. Pilar Ruiz, de 24 años, como todas sus compañeras de la escuela de Nobleza Baturra lucía un lazo dorado, color que simboliza la lucha contra el cáncer infantil. "Empecé a aprender el año pasado, era una de mis ilusiones, y va a ser mi primer ‘flashmob’", comentaba casi cuando ya tocaba ponerse en posición para empezar.
La pieza elegida, ‘El bolero de Zaragoza’ "es una jota tradicional, todo el mundo la conoce y se puede bailar en familia", ha explicado Sara Caballero, una de los tres impulsores de la asociación Jotéate que organiza esta cita junto a Aspanoa. "Creemos que la jota es un medio de transformación de la sociedad y este es el mejor ejemplo", asegura.
Tras una primera interpretación, en el intermedio se ha reivindicado más inversión en investigación, "más medios técnicos y humanos para que algún día esta enfermedad deje de ser tan dura". Y se apoyó la candidatura de la jota como bien de patrimonio cultural inmaterial de la Unesco. Para deleite de las espectadores que se acercaron, hubo un bis. Al final, los aplausos se confundieron con el repique de castañuelas.
Fuente: Heraldo de Aragón