Una especie de esponjas gelatinosas aguanta la carga de articular los huesos del cuerpo humano. Para mover la rodilla, por ejemplo, el fémur baila sobre una cama de meniscos que amortiguan el roce contra el hueso de abajo, la tibia. Esos cartílagos aguantan el peso del giro y del movimiento con elasticidad, adaptándose a las necesidades del movimiento, y volviendo a su posición natural cuando la pierna descansa. Pero estas almohadillas articulares también se cansan y la vejez, la sobrecarga o los hábitos de vida pueden desgastarlas hasta hacerlas desaparecer. Eso es la artrosis —también llamada osteoartritis—, una enfermedad sin cura y muy invalidante que afecta a más de 500 millones de personas en el mundo: se esconde silente durante 20 años, sin dar dolor ni síntomas; y cuando se diagnostica, el cartílago está tan desgastado que poco se puede hacer. La comunidad científica busca biomarcadores para detectarla en estadios iniciales y un fármaco para frenar su progresión.
Los diagnósticos de artrosis se han disparado un 113% en 30 años: en 1990, se calculaba que unos 248 millones de personas tenían artrosis; en 2020, la cifra asciende a 528, según un estudio publicado en Arthritis and Reumathology, la revista de la Sociedad Americana de Reumatología. El envejecimiento de la población explica parte de este auge, pero no solo eso. Hay más factores que influyen.
Francisco Blanco, coordinador del grupo de Investigación en Reumatología del Instituto de Investigación Biomédica de A Coruña (Inibic) y uno de los referentes mundiales en el estudio de la artrosis, explica que hay causas mecánicas, por sobrecarga de las articulaciones, que abocan a la artrosis. Pero no siempre es por la edad, sino también por la intensidad del desgaste, como la que ejercen los grandes deportistas, por ejemplo: “El tejido tiene una resistencia y llega un momento en el que se destruye. Ese exceso mecánico produce una serie de sustancias que inducen a la célula [del cartílago] a entrar en apoptosis”, que es un proceso activo de muerte en el que las células deciden, de alguna manera, “suicidarse”, explica el investigador.
El envejecimiento, efectivamente, está ligado a esas causas mecánicas, pero Blanco añade otro elemento: “Pasan los años y se producen alteraciones en la mitocondria de las células que producen algunas sustancias, como radicales libres de oxígeno, que también acaban induciendo a la apoptosis”. Un estudio de la Sociedad Española de Reumatología reveló que el 30% de los mayores de 40 años en España sufren artrosis, siendo más frecuente en mujeres. Y la cifra asciende a medida que avanzan los años: más de la mitad de los mayores de 80 años la padecen.
Los investigadores también han descubierto que en la artrosis hay mediadores clásicos de la inflamación, los mismos que aparecen en otras dolencias, como la artritis reumatoide. “A nivel más bajo, pero también estaban presentes e inducían a la muerte de las células por inflamación”, explica Blanco, que también es portavoz de la Sociedad Española de Reumatología. En la artrosis, la inflamación suele ser de menor grado y concentrada en la articulación —duele al moverla y para en reposo—, mientras que en la artritis, la inflamación es sistémica (puede afectar incluso a otros órganos, como el pulmón o el corazón) y suele dar dolor en reposo.
La otra causa de la artrosis que barajan los expertos es la metabólica, apunta Blanco: “Siempre se supo que los obesos tienen más artrosis de rodilla, pero se interpretaba que era por un efecto mecánico, porque la articulación tenía que cargar más peso. Ahora sabemos que, además, hay un efecto metabólico sobre el cartílago: se producen una ateroesclerosis y hay unas placas en el cartílago”. Eso crea un tejido más grueso y, biomecánicamente, además de poco factible, puede ser citotóxico.
En la práctica, el desenlace es prácticamente similar: “El cartílago se empieza a destruir y queda el hueso al aire. El hueso es una estructura rígida que no amortigua bien los golpes y cuando roza uno con otro, el mecanismo de defensa del hueso es producir más hueso para enfrentarse a esa agresión, lo que produce una esclerosis: el hueso se pone más duro, empeora la articulación, duele más y se mueve peor”, relata Blanco. Según los expertos, la artrosis de cadera y rodillas representan la primera causa de incapacidad funcional para andar en las personas mayores de 70 años y más de la mitad de todos los pacientes afectados no tienen un control del dolor.
Fuente: El País