Aunque existen muchos estudios sobre los posibles beneficios del ayuno intermitente sobre la salud, la falta de grupos control adecuados y de homogeneidad en los protocolos dificulta alcanzar un consenso científico al respecto. Inés Mármol, investigadora del IIS Aragón, habla sobre este hecho en este artículo de Heraldo de Aragón
La Navidad es, para muchos, sinónimo de alegría. Reuniones con los seres queridos, luces brillantes en las calles, regalos primorosamente envueltos y unos cuantos días de vacaciones, que siempre se agradecen. En estos días festivos, la buena comida ocupa un lugar destacado. Vamos a merendar chocolate con churros, a la cena de empresa y nos juntamos con nuestros familiares alrededor de una bandeja de asado con patatas, un buen puñado de canapés y un surtido de turrones como broche final.
Sin embargo, esta sucesión de manjares puede producir remordimientos, culpa e insatisfacción a muchas personas. No debí comerme aquel polvorón, debería haber tomado menos patatas en la cena, habría sido mejor pedir una ensalada en lugar de la torrija con jamón ibérico. El miedo a subir de peso es un desagradable regalo que muchos encuentran debajo de su árbol en día 25, aunque no estuviera incluido en su lista de deseos. Esta angustia puede opacar la alegría de las fiestas y llenar los propósitos de Año Nuevo de ‘apuntarme al gimnasio’ y ‘empezar la dieta’.
Respecto a esto último, una dieta para perder peso debería venir pautada por un profesional que estudie cada caso particular. No obstante, lo más habitual es recurrir al doctor Internet. Aunque en internet podemos encontrar información fiable y muy útil, también hay supercherías disfrazadas de ciencia con tanto esmero que nos pueden llegar a confundir. En lo que respecta a la alimentación, en enero surgen páginas y páginas, como traídas por los mismísimos Reyes Magos en camello, para ayudarnos a rescatar nuestro cuerpo tras las fiestas. Caldos depurativos, infusiones milagrosas, batidos para desintoxicar y otras dietas ‘detox’.
El ayuno intermitente en los medios
Las bondades del ayuno intermitente llevan unos cuantos años siendo publicitadas a bombo y platillo por diversos medios. Que si es buenísimo para adelgazar, que si mejora la presión sanguínea, que si favorece que tu microbiota intestinal esté más sana… Todo ello apoyado por un montón de estudios científicos. Además, tiene la ventaja de que hacerlo es facilísimo, ya que lo único que tienes que hacer es no comer durante un tiempo, que puede ser un día entero o unas horas cada día. Nada de dejarte el sueldo del mes en kale que luego no sabes cocinar.
Por desgracia, cuando algo se nos presenta de forma tan idílica, se nos debería activar el sentido arácnido, porque es muy posible que haya gato encerrado. En el caso del ayuno intermitente, el gato es del tamaño de un tigre de Bengala, ya que no existe consenso científico al respecto. Es decir, que la comunidad científica, después de analizar todos los datos disponibles hasta la fecha, no ha conseguido llegar a una conclusión clara acerca de si debería recomendarse o no.
Porque sí, es cierto que hay muchos trabajos en los que se ha investigado el efecto del ayuno intermitente en la salud. Y también es verdad que en algunos de ellos se ha observado una mejora de la presión sanguínea o de la composición de la microbiota, así como que pueda ayudar a bajar de peso. Eso sí, no es oro todo lo que reluce.
En primer lugar, la mayoría de lo que sabemos sobre los efectos del ayuno intermitente se basa en experimentos con animales de laboratorio. Aunque esto no es algo malo, pues los animales de experimentación son una de las piedras angulares del conocimiento científico moderno, no podemos extrapolar los resultados a humanos alegremente. Es decir, que algo le pase a un ratoncillo no quiere implica que le vaya a pasar a una persona. Por ejemplo, varios estudios con animales de experimentación han concluido que el ayuno intermitente podría mejorar la función cognitiva.
Sin embargo, los estudios en humanos no son tan concluyentes. Por tanto, hoy por hoy y con los datos en la mano, no se puede afirmar que el ayuno intermitente previene el alzhéimer u otras enfermedades neurodegenerativas. Eso no impide que muchos medios que publicitan el ayuno intermitente incluyan entre los argumentos a favor lo buenísimo que es para la función cognitiva. Lo de que, de momento, solo se ha visto en animales, se lo callan. Dato mata relato.
El ayuno intermitente en ciencia
Aunque lo de la función cognitiva todavía esté por resolver, otros estudios realizados con voluntarios humanos sí han conseguido corroborar estudios previos en modelos animales. Por ejemplo, algunos estudios han concluido que el ayuno intermitente podría ayudar al control del peso y, además, modificar la composición de la microbiota. No obstante, incluso cuando tenemos estudios que apoyan una hipótesis encontramos problemas. Muchos de estos trabajos no cuentan con un grupo control adecuado. Es decir, no se compara con un grupo de voluntarios que no siguen ayuno intermitente. Esto dificulta sacar conclusiones definitivas, puesto que no se puede tener la certeza absoluta de que estas observaciones se deban al ayuno intermitente.
Otro de los grandes problemas de los estudios con voluntarios humanos es la falta de homogeneidad: no se realizan en las mismas condiciones. Cada estudio prueba un tipo de ayuno intermitente. Está el modelo 5:2, en el que se ayuna durante dos días y el resto se come normal o el modelo 16/8, en el que se ayuna durante 16 horas al día y durante las 8 restantes se come y bebe con normalidad, entre otras opciones. Puesto que no se han seguido los mismos protocolos, no es correcto comparar los resultados obtenidos en cada caso. Esto hace que el profesional sanitario o de la nutrición lo tenga difícil para recomendar a alguien que pruebe el ayuno intermitente, porque ¿qué modelo es el más adecuado?
Finalmente, en cada estudio se trabaja con voluntarios con características muy diferentes. Muchos de ellos se centran en evaluar el efecto del ayuno intermitente sobre personas con alguna patología, como la diabetes tipo 2 o el hígado graso no alcohólico. Por tanto, no sería correcto asumir que las personas sanas vayan a responder igual. Y lo mismo ocurre con los estudios realizados con personas sanas, no se puede extrapolar los resultados a personas con alguna enfermedad.
Por ello, la comunidad científica no puede alcanzar un consenso acerca de si el ayuno intermitente es o no beneficioso para la salud. Las primeras pruebas parecen indicar que sí lo sería, pero son necesarios más estudios y seguir protocolos homogéneos. Por eso, mucho cuidado si, después de las fiestas, te ves tentado por uno de esos artículos que te venden el ayuno intermitente como la solución a todos tus males. Cualquier nutricionista serio te diría que mantenerte sano durante todo el año, haciendo ejercicio y siguiendo una dieta rica en frutas y verduras será mucho más efectiva que cualquier remedio milagro. Y también te diría que disfrutases sin remordimientos del turrón y los canapés, pues la salud es una carrera de fondo y no un esprint: importa mucho más lo que haces los otros 360 días del año que lo que ocurre durante los cinco días de comidas navideñas.
Fuente: Heraldo de Aragón