El catedrático de microbiología Carlos Martín,e investigador en el IIS Aragón, lidera la investigación que busca una vacuna española para la tuberculosis (Mycobacterium tuberculosis). Tras décadas de investigación, un equipo de la Universidad de Zaragoza testa cómo aportar inmunidad a los humanos ante el bacilo de Koch, que ha matado a más de mil millones de personas a lo largo de la historia.
El catedrático de microbiología Carlos Martín Montañés (Zaragoza, 63 años) lidera la investigación que busca una vacuna española para la tuberculosis (Mycobacterium tuberculosis). La primera vez que se acercó a la enfermedad fue en 1987, cuando viajó al Instituto Pasteur para formarse: “Iba para unos meses y me quedé cinco años”, recuerda. “En esa época, solo se investigaba la bacteria en dos laboratorios de Francia y Estados Unidos”. Tras varias décadas investigando, la vacuna que desarrolla en la Universidad de Zaragoza ya está en fase IV: “Es la primera vez en la historia que una vacuna derivada de una cepa de tuberculosis se testa en humanos”. Recuerda que la OMS vaticinaba la erradicación de la enfermedad en el año 2000: “Las previsiones actuales lo llevan a 2050, pero en 2030 se podría erradicar”.
Pregunta. ¿Cómo funciona la vacuna en la que trabaja?
Respuesta. Se llama MTB VAC: la idea es crear una cepa que tenga inactivos los genes que le aportan la virulencia para inocularla y que el cuerpo genere resistencia. Para ello, partimos de una cepa atenuada de la tuberculosis humana; es decir, con potencial infeccioso ―muy bajo, pero lo tiene― lo que implica que hay que hacerlo en laboratorios de seguridad. El nuestro está en O Porriño.
P. Así dicho, parece sencillo.
R. El concepto no puede ser más clásico: pasteuriano y también basado en la inactivación de genes. Ten en cuenta que cuando yo empecé, no comprendíamos el procedimiento de deleción e inactivación genética. La cepa de tuberculosis que se usa actualmente para generar inmunidad deriva de las vacas y, justamente, le falta un gen que atenúa la enfermedad. Pensamos que ese mecanismo podía funcionar en una variante humana. No queremos matar a la tuberculosis, sino amaestrarla.
“Si no se trata, un brote de tuberculosis puede eliminar al 50% de la futura población productiva”
P. ¿Cómo llegan a esa conclusión?
R. Teníamos algunas pistas. A principios de los noventa, la irrupción de la epidemia de sida provocó una terrible sinergia entre ambas enfermedades. En esa época, en Madrid, hubo un brote de tuberculosis, en el que se produjeron las primeras variantes multirresistentes. Ocurrió en pacientes con VIH, con el sistema inmunitario afectado. En ese caso, un gen era el responsable de la virulencia. Esto colocó a ambas infecciones como una prioridad. Así, en el año 2000, tras años de investigación, Europa nos pone a varios equipos a competir. Nos dieron financiación y nos dijeron: mataos o colaborad, pero encontrad algo.
P. La competencia deber ser voraz.
R. No tanto como eso, pero sí que hay grupos, investigadores o personas que no quieren que se acelere el proceso. De MTB VAC dijeron que nunca se probaría en humanos. Pues ya la hemos testado en bebés y ahora estamos en la fase de adultos. Llevamos 10 años con ensayos clínicos de seguridad. No contaban con que somos maños.
P. ¿Qué opina su familia sobre su relación con esta bacteria?
R. Llevo casi 40 años con esto. Mucho tiempo. No sé cómo puedo trabajar con una bacteria tan lenta, siendo yo una persona muy impaciente. Los microbios siempre me han atraído; la microbiología es la esencia de todo. Además, mi mujer es epidemióloga. Mi familia me apoya muchísimo: volver a España fue una decisión consensuada, aunque es cierto que estuvo muy motivada por la idea de devolver a tu universidad algo de lo que has aprendido.
P. ¿Dónde están testando la vacuna?
R. En países de África, como Sudáfrica, donde la incidencia es muy alta. Se decía, y se sigue diciendo, que en África viven con VIH y mueren de tuberculosis. En estas naciones no hay sistemas públicos de salud. Mientras, los sujetos que forman parte del ensayo cuentan con chequeos rutinarios. Eso mejora su salud a nivel general y sus expectativas socioeconómicas porque la tuberculosis, además de enfermar, causa pobreza. Los más afectados son los niños de 1 a 5 años, pero luego se ceba con los adolescentes. Si no se trata, un brote puede eliminar al 50% de la futura población productiva.
“Ahora mismo, es la vacuna del mundo más avanzada; es el momento de la verdad”
P. ¿Esta vacuna será pública?
R. Está financiada con fondos públicos y desarrollada por entidades públicas. El acuerdo es que la patente de la vacuna sea asequible, universal, moral. Además, nuestra idea es que sea una vacuna española 100% española: se creó en la universidad zaragozana; se desarrolló en Bio Fabri, el laboratorio gallego de O Porriño; y podemos llegar a la fase de eficacia también con la banderita.
P. ¿Qué les hace falta?
R. Ahora mismo necesitamos inversión, el apoyo de organizaciones, empresas, de la marca España… Para ello hemos impulsado la Fundación T.End, sin ánimo de lucro, que busca divulgar el alcance de esta enfermedad; transmitir la importancia de erradicarla o, al menos, mitigarla; y canalizar las ayudas económicas que lleguen para investigación y desarrollo. Si lo consiguiésemos, un producto español tendría un notable impacto en la enfermedad más mortal y mortífera del mundo: se calculan mil millones de muertos a lo largo de la historia, más que los causados por la peste o cualquier otra dolencia
P. ¿Cuáles son las cifras actuales?
R. La OMS estima que 1,6 millones de personas murieron en 2021 por la enfermedad y que 10,6 millones la contrajeron. La tasa de incidencia de la enfermedad [nuevos casos anuales por cada 100.000 habitantes] aumentó un 3,6% entre 2020 y 2021, tras haber disminuido cerca de un 2% por año durante gran parte de las dos últimas décadas. Ahora mismo, erradicar la tuberculosis es la ilusión que tendríamos todo el equipo. Para un investigador es un sueño que algo que has producido en el laboratorio funcione. Ahora mismo, es la vacuna del mundo más avanzada; es el momento de la verdad.
Fuente: El País