Antígenos. Memoria inmunológica. Linfocitos. Anticuerpos. Nuestro sistema inmunitario es la nueva gran estrella de Hollywood, aunque dadas las circunstancias que lo han catapultado a la fama, por desgracia de sobra conocidas por todos, ojalá hubiese seguido siendo un desconocido para el gran público. Pero ya que los tiempos que corren nos han obligado a aprender sobre él a marchas forzadas, qué menos que descubrir uno de los sistemas más fascinantes de nuestro cuerpo (no, cerebro, tú también eres genial pero ahora no estamos hablando de ti, siéntate ahí quietecito un rato).
El sistema inmunitario se encarga de gestionar todo aquello que amenace a nuestra salud, ya sea ajeno, como un virus, o propio, como un tumor. Lo componen varios agentes clave que podemos agrupar en dos categorías: los responsables de la respuesta innata y los ídem de la respuesta adaptativa.
Respuesta innata
La respuesta innata se activa en primer lugar en cuanto se detecta algo que no debería estar en el organismo. Ese 'algo' extraño es lo que se denomina antígeno, y puede ser desde una molécula que se encuentra en la superficie de una bacteria patógena hasta una proteína alterada que posea una célula tumoral en su membrana.
Ante esta amenaza desconocida van a responder los granulocitos, las células dendríticas, los macrófagos y las células 'natural killer', nombre que no se tradujo al español porque 'Asesinos natos' ya estaba cogido por aquella película de los 90 protagonizada por Woody Harrelson. O porque 'natural killer' suena estupendamente. A saber.
Respuesta adquirida
Mientras los agentes de la inmunidad innata lidian con la amenaza, se va despertando el león dormido: la respuesta adquirida comienza. Este proceso no es inmediato porque se requiere de una exposición previa a un antígeno y de la existencia de memoria inmunológica para actuar con fuerza. De la inmunidad adquirida se encargan los linfocitos T y B; estos últimos son los productores de los anticuerpos, unas proteínas que reconocen a un antígeno concreto y se unen a él, atrayendo a las células del sistema inmunitario para que procedan a su eliminación.
Los anticuerpos son unos de los grandes responsables de que la memoria inmunológica se mantenga a lo largo del tiempo y permiten que nuestro cuerpo esté mejor preparado para enfrentarse a un patógeno que nos infecta por segunda vez, ya que facilitan su reconocimiento y la activación de la respuesta adquirida.