Su tesis doctoral de hace casi dos décadas fue toda una premonición: ‘La calidad de vida en pacientes con oxigenoterapia’. Joaquín Costán audita el ‘annus horribilis’ covidiano desde el Hospital Clínico. Además de neumólogo, es el director médico del centro.
Ruego rebobine un año atrás.
Rebobino. Tuvimos el primer caso covid diagnosticado en Aragón. Fue el 4 de marzo. Antes, a finales de febrero, a algún paciente que estuvo ingresado con neumonía, posteriormente se le hizo serología y salió positiva.
¿Estaban preparados para la pandemia?
A lo largo de este año han pasado muchas cosas para las que nadie estaba preparado: ningún servicio ni ningún hospital. Ni de Aragón, ni de España, ni de ningún sitio del mundo. Nadie lo esperaba. Afortunadamente, se ha ido dando respuestas a este grave problema.
Además, fue súbito.
Eso es. El trabajo a desarrollar no ha venido uniforme, sino en oleadas, lo cual lo hace más complicado si cabe. La primera oleada fue muy abrupta. Subían los casos exponencialmente. Se pusieron en marcha una serie de medidas, como el confinamiento.
¿Cuándo cambió la tendencia?
El 2 de abril. Recuerdo que no teníamos huecos para tratar a pacientes en la uci. Habíamos contactado incluso con el Ejército para montar una carpa en el parquin del centro para hospitalización. Justo en ese momento, comenzó a descender la curva.
¿Con cuántas camas contaban en la uci?
La uci, sin pandemia, tiene 34 camas, pero en el momento álgido de la primera ola llegamos a tener 54 pacientes con covid.
¿Cómo lograron atender a todos?
Las 30 camas extra se montaron en el bloque quirúrgico y doblando boxes de uci convencionales. Afortunadamente, la presión de otras patologías descendió con el confinamiento y se tuvo que suspender la actividad quirúrgica programada, atendiendo exclusivamente a lo urgente y a lo oncológico no demorable.
De ola en ola, llegó la segunda.
Fue en agosto. A mediados de julio ya observamos el repunte. A principio de agosto había riesgo de colapso. Ahí es cuando se montó la carpa como hospital, pero no se utilizó finalmente porque comenzó a bajar la curva de nuevo.
¿Y la tercera?
Después del Pilar. Aquí sí que nos vimos obligados ya a utilizar la carpa en noviembre. Pasaron por ella más de 600 pacientes de Urgencias. Nos ayudó mucho tener circuitos diferenciados covid y no covid: había que evitar los contagios. Finalmente, la hemos utilizado recientemente, en la cuarta ola, para la vacunación del personal sanitario en enero y febrero.
¿Había visto algo semejante?
Nunca. Incluso como neumólogo. Soy especialista en el aparato respiratorio, pero tampoco había visto una afectación respiratoria así.
¿Y el esfuerzo desarrollado?
Ha sido enorme. Además de los hospitales, la Feria, el Auditorio, esta carpa, la residencia de Casetas… Y aquí, el del personal sanitario, pero también hay que incluir la parte administrativa, de gestión, servicios técnicos, limpieza, cocina, lavandería, seguridad…
Habrá pasado por momentos especialmente duros...
El coste humano y económico ha sido muy elevado. No hay aspecto más duro que no poder ofrecer más que tratamientos paliativos y ver a pacientes que no pueden ser arropados por familiares. A muchos pacientes, sobre todo de más de 80 años, solo se les pudo intentar dar el máximo confort en los momentos finales de la vida.
¿Cómo divisa el futuro?
Hasta final de año va a seguir habiendo un goteo de pacientes. Pero los efectos de la vacuna también los percibiremos.
¿Y si surge alguna cepa sibilina?
El hospital y el sistema sanitario han demostrado capacidad de adaptación a la evolución de la covid. El año covid ha sido durísimo, pero espero que, con la vacunación y las medidas que todos conocemos, lo peor haya pasado.