Una mascarilla usada, sea FFP2 o quirúrgica, podría llegar a tener una segunda vida convertida en piezas pequeñas de automóviles o juguetes, en macetas domésticas, fundas para los propios cubrebocas y hasta hilo para las impresoras 3D.
Aunque pueda parecer de ciencia ficción, es el objetivo de una investigación pionera en España llevada a cabo por el Instituto Tecnológico de Aragón, Itainnova, adscrito al Departamento de Ciencia y Universidad de la DGA, sobre el reciclaje de estos elementos de protección para tratar de disminuir la contaminación que están generando en plena pandemia de coronavirus.
El proceso, en el que el equipo de investigadores dirigido por Cristina Crespo, doctora e investigadora del equipo de Materiales y Componentes del Instituto, lleva trabajando desde septiembre, resulta similar al de otros plásticos, ya que las mascarillas están hechas por más de un tipo de este material. Puede resultar algo más complicado por el hecho de la desinfección, que se ha llevado a cabo con alcohol y calor, aunque se están buscando alternativas.
«Las capas de las mascarillas que forman los filtros están basadas principalmente en polipropileno (PP), material que podemos encontrar en piezas como las fundas de las propias mascarillas, las pinzas de la ropa o en pequeñas piezas de nuestros coches, entre otros productos. Otro de los materiales es el politileno (PE) que en nuestra vida diaria lo podemos encontrar en las bolsas, o en los botes de nuestros geles. En menor cantidad también está el polietileneterfatalato (PET) que es el material de las botellas de agua”, ha explicado Crespo. La ventaja es que para trabajar con ellas no hay que separar las distintas capas, solo eliminar las gomas y el metal de ajuste, ni clasificarlas por distintos tipos.
El tratamiento para su transformación continúa con el triturado conjunto, lo que permite obtener una especie de escamas que mediante extrusión se funden para después inyectarlo en un molde que le permite obtener una geometría definida.
Crespo ha indicado que el material obtenido se ha caracterizado para conocer las propiedades de la mezcla y se ha comprobado que son comparables a las que se pueda obtener con otros plásticos de polipropileno y polietileno. El equipo ha lanzado una publicación científica que espera vea la luz. Se trata de un trabajo novedoso en España y en Francia se está trabajando en una línea parecida aunque solo con mascarillas quirúrgicas.
Más de 400 años para desintegrarse
La puesta de largo de los resultados de esta investigación ha contado con la presencia de la consejera de Ciencia, Maru Díaz, como presidenta del Consejo Rector de Itainnova, acompañada por Esther Borao, directora de dicho centro.
La consejera de Ciencia del Gobierno de Aragón ha destacado que “desde Itainnova, desde Aragón, queremos aportar soluciones a ese nuevo desafío que nos plantea la Covid19, unido al cambio climático”. En este sentido, ha citado las dificultades que entraña el reciclaje de mascarillas, que pueden tardar hasta 400 años en descomponerse, al ser “logísticamente complicado porque el coronavirus puede sobrevivir hasta tres días en materias plásticas, no hay puntos de recolección pública adecuados, se necesitan cantidades muy grandes y la confección de las mascarillas con tres diferentes materiales hace que el problema sea aún peor”.
“Pero la ciencia y la investigación están para resolver preguntas –ha señalado la responsable autonómica-, al tiempo que se ha felicitado de que Itainnova "haya encontrado una manera eficaz de reciclar esos residuos, permitiendo su reutilización para fabricar pequeños objetos, como sujeciones de mascarillas, piezas de juguetes o incluso piezas para automoción”.
Esther Borao ha señalado que “con este trabajo, el equipo de Materiales pretende aportar un granito de arena y contribuir a la neutralidad climática y la protección del medio ambiente, retos que, como sociedad, tenemos en este momento”.