Adam tiene 9 años y ha pasado un tiempo ingresado en el hospital. A pesar de esta circunstancia, este lunes por la mañana se divertía jugando a los coches junto a Mario en el aula hospitalaria del Miguel Servet de Zaragoza. Son solo dos de los más de 1.000 niños, con una edad entre los 3 y los 16 años, que pasan de manera anual en Aragón por este tipo de instalaciones con la intención de hacer más llevadera su estancia médica.
"En actividades tremendamente positivas y permiten sacar de la condición de enfermos a los niños por unas horas", señaló durante la visita al aula del Servet y del Clínico la consejera de Sanidad del Gobierno de Aragón, Pilar Ventura. Estuvo acompañada por Felipe Faci, consejero de Educación, quien afirmó que estaban en el colegio "más bonito" de Aragón.
"Hacemos un trabajo educativo y terapéutico", señaló Esther Gasca, una de las doce profesoras que conforman el equipo. Asimismo, el consejero quiso agradecer la ayuda de Aspanoa y de la Asociación Española contra el Cáncer sin los que este proyecto "no sería tan grande".
"Nuestros talleres van desde ilustración, creativos, literarios", precisó Gasca. Para ella, lo fundamental es "dar continuidad al proceso educativo". "Me encanta esto", comentó rotundo Adam delante de la pantalla de un ordenador que se iluminaba con un juego de motociclismo. Este pequeño ya abandonaba el hospital este lunes, pero había querido acudir un último día a esta ‘escuela’.
En otra mesa, una pequeña se centraba en pintar un corazón. Este forma parte de la iniciativa ‘Lo que realmente importa’ que conecta el hospital con los centros educativos y trata de que los escolares pongan en valor las cosas cotidianas que verdaderamente les resultan esenciales en la vida.
Los niños elaboran unos corazones de manualidad en los que escriben lo que a ellos les importa. Estos corazones llegan al aula hospitalaria para los niños ingresados y a su vez ellos los llevan y comparten con su centro, creando una "red de corazones".