Un equipo zaragozano liderado por la investigadora de la Universidad San Jorge Lucía Sagarra, doctora en Ciencias de la Actividad Física y graduada en Enfermería, acaba de publicar en la prestigiosa revista científica 'Supportive cancer care' los resultados de un estudio que demuestra los beneficios obtenidos por mujeres supervivientes de cáncer de mama tras la realización de un programa de ejercicio físico online llevado a cabo durante el confinamiento.
En el marco de esta investigación, que comenzó en enero de 2020, se realizó un programa de entrenamiento gratuito dirigido a pacientes con cáncer de mama -en estadio del I-III- que estuvieran en tratamiento hormonal prolongado. "Inicialmente se pensó para llevarlo a cabo en la sede de la asociación zaragozana Amac-gema, pero por las circunstancias de la pandemia se pasó todo a formato online", cuenta Sagarra, quien destaca positivamente la adherencia de estas voluntarias al programa, así como la implicación del equipo de profesionales que ha hecho posible este estudio.
En el marco del programa, 15 mujeres con cáncer de mama de la asociación Amac-gema realizaron una hora al día (dos veces por semana) de entrenamiento online supervisado de fuerza, que consistía en una parte de activación y calentamiento, otra principal de ejercicio físico moderado y una vuelta a la calma.
Una vez completada la rutina de entrenamiento, esta investigadora y su equipo realizaban un seguimiento diario de cómo se habían encontrado las pacientes, que iban manifestando sus sensaciones, impresiones y otros datos que les requerían para el estudio a través de un grupo de WhatsApp. "Les hicimos una valoración inicial que se llevó a cabo prepandemia y una valoración final cuando las restricciones del confinamiento empezaron a relajarse. En total -precisa Sagarra- concluyeron el estudio 15 mujeres. Las que fueron baja fue por coronavirus, bien porque estaban ingresadas o se contagiaron", añade.
María José Rivas, presidenta de la asociación zaragozana Amac-gema, fue una de las participantes en el estudio, que tuvo que dejar -cuenta- tras detectarle un problema de corazón. "Yo tuve que retirarme porque me detectaron en el estudio una anomalía, y sigo tomando pastilla para las arritmias. De no haber participado en el estudio, no me habría dado cuenta, porque no soy consciente de que me pasa. Pero según me dijo el oncólogo era derivado de la radiación", cuenta esta zaragozana, que alaba el programa de entrenamiento puesto en marcha con otras voluntarias de la asociación. En su mayoría, explica, se trató de personas "que no habían hecho actividad física" por lo menos desde la detección de esta patología. "Lucía nos controlaba el peso, nos hizo unas pruebas diagnósticas, y todas las pacientes tenían en común que no eran activas. Luego nos pilló el confinamiento, y al ser tres o cuatro meses de programa los primeros se hicieron en la sede de la asociación, pero luego tuvimos que cerrar por recomendación sanitaria", recuerda.
Resultados positivos pese al confinamiento
Los resultados del estudio 'COVID-19: Efectos de un programa de entrenamiento online en mujeres supervivientes de cáncer de mama en tiempos de pandemia', que se publicaron hace unas semanas en la prestigiosa revista científica 'Supportive cancer care' demuestran los beneficios que tuvo el programa de entrenamiento en este grupo de pacientes y voluntarias.
Las principales ganancias que obtuvieron estas mujeres en pleno confinamiento atañen no solo al mantenimiento del peso corporal (al no incrementarlo en este periodo), sino también a un aumento significativo de la masa muscular en piernas, a la mejora de la fuerza de la prensión manual y a la mejora de la capacidad aeróbica, todo ello cuantificado a través de diversa aparatología y test de campo.
"En el caso, por ejemplo, de la grasa y del músculo se midió a través de una densitometría en el laboratorio, que es una de las herramientas más precisas para medir los parámetros de la composición corporal", indica esta investigadora, que alaba los resultados obtenidos en el marco de este programa destacando que no hubiese sido posible sin el compromiso y la adherencia de todas sus voluntarias.
"En pleno confinamiento, cuando no podíamos hacer nada y a todo el mundo le dio por hacer pasteles en sus casas, es un logro muy grande porque estas mujeres ganaron músculo y mejoraron los test físicos sin engordar o coger grasa", señala. De hecho, algunas de las voluntarias que participaron en el estudio recuerdan que "el momento más deseado del día era tener que conectarme al ordenador para entrenar".
Un "hábito de vida" consolidado
Desde la asociación aragonesa Amac-gema apuntaban también, con motivo del regreso de la Marcha solidaria al Parque Grande, el "cambio de paradigma" que ha habido en lo que respecta a las recomendaciones por parte de los médicos, cada vez más proclives a "pescribir" deporte a estas mujeres.
Sagarra, por su parte, apunta que existen evidencias científicas de que el ejercicio físico, bien sea durante el tratamiento oncológico o ya en la fase de supervivencia, produce mejoras que han sido probadas en aspectos relacionados con la calidad de vida, la disminución de la fatiga, la mejora y el control de síntomas derivados del tratamiento, la mejora de la capacidad funcional y otros aspectos relacionados con la ansiedad y la depresión. No obstante, subraya que hay ciertas dificultades a este respecto, como demuestra un estudio reciente. "Hace poco salió publicado también un artículo muy potente que señala como una de las barreras de que el paciente oncológico no pueda hacer ejercicio físico el conocimiento limitado sobre las pautas concretas y la falta de recursos para orientar y prescribir estos entrenamientos por parte de los médicos", informa esta investigadora, que da algunas recomendaciones para quienes se encuentren en un proceso de este tipo. Entre otras actividades, apuesta por un entrenamiento coordinado de fuerza y cardio, e insiste en la importancia de hacer un trabajo muscular, en este caso de fuerza, porque se ha evidenciado que, en el caso de los pacientes oncológicos, el músculo va a tener capacidades inmunomoduladoras, al tratarse de un órgano que es capaz de liberar sustancias con poderes antitumorales y de modificar, a nivel fisiológico, el ambiente tumoral, ya que se abastece del mismo sustrato que se alimenta el tumor.
"Sabemos que, en el caso de las mujeres con cáncer de mama, las recidivas (recaídas) vienen dadas por una enfermedad cardiovascular secundaria que puede ser derivada de terapias como el tratamiento hormonal prolongado. En este sentido, el ejercicio físico y el poder inmunomodulador del músculo va a poder atenuar esa inflamación crónica que está asociada a la obesidad. En mujeres supervivientes, el riesgo de tener una recaída o de morir prematuramente se achaca a una enfermedad cardiovascular, y de ahí la importancia de que el ejercicio físico no esté solo presente en la fase de tratamiento para aminorar los efectos secundarios, sino que tiene que ser un hábito de vida consolidado para evitar una enfermedad secundaria de aparición tardía", concluye esta científica.